El congresista Héctor Becerril ha aportado su voz al concierto de críticas que se han expresado contra una iniciativa de la ministra de la Mujer para promover la campaña de erradicacfeminicidioión de la violencia de género. Gloria Montenegro propuso a un grupo de oficiales del Ejército que se pusieran un mandil rosado de cocina para enfatizar el llamamiento al respeto a las mujeres.
Aunque la iniciativa era audaz e inhabitual en una institución regida por reglas y protocolos, forma parte de las buenas relaciones entre la Fuerza Armada y el ministerio de la mujer. Y forma parte también de la necesaria movilización contra una vergonzosa realidad de nuestro país: la elevada tasa de maltrato a la mujer y de su manifestación más extrema y repugnante, el feminicidio.
La sociedad peruana respeta hoy a su Fuerza Armada, que por lo demás ha logrado integrar a mujeres en sus rangos. Hace pocos años una joven fue Espada de Honor de la Escuela de Oficiales, por lo que podemos esperar que pronto haya una Comandante General de sexo femenino.
Pero hay quienes han tomado a mal la iniciativa, considerándola una falta de respeto. Lo mismo se dijo en su momento cuando veteranos del Ejército ruso que venció al nazismo entonaron canciones irreverentes e incluso cuando héroes del Desembarco en Normandía se prestaron a campañas a favor de la protección de los océanos.
El patriotismo no se mide con colores ni prendas de vestir, sino con el respaldo real a la dignidad de hombres y mujeres. La iniciativa puede parecer “caprichosa y huachafa” al congresista Héctor Becerril, pero lo que esperamos de él no son adjetivos sino resultados.
Resultados ofrece también la Contraloría si se aprueba, finalmente, la ley que permitirá su acción concurrente para prevenir la corrupción en todas las entidades públicas. Nelson Shack sabe que sigue prevaleciendo la inercia. Y que muchos se oponen porque temen que una Contraloría más activa podría acentuar la parálisis y el miedo a firmar documentos que concreten la gestión. Pero su objetivo es precisamente el contrario: no esperar la falta para sancionar, sino ayudar a prevenir y que las decisiones se tomen de acuerdo a las reglas. Y sobre todo a tiempo, o sea cuanto antes.