Congresistas de tres bancadas han firmado una nueva moción de vacancia contra el presidente Vizcarra. Un mes después del rechazo de la vacancia por el caso Richard Swing, UPP, Podemos y el Frente Amplio han superado el número de votos exigido para que la moción pueda ser presentada. El Frente de izquierda ha unido sus votos a los de un partido inspirado por Antauro Humala y a otro fundado por un dirigente con serias denuncias por corrupción. La causa invocada son las denuncias de aspirantes a colaboradores eficaces que afirman que Vizcarra recibió coimas cuando era presidente regional de Moquegua. Está fuera de duda que las denuncias deben ser investigadas con rigor, pero recurrir otra vez a una controvertida figura constitucional no contribuye ni a la lucha contra la pandemia ni al clima apaciguado que requiere la campaña electoral.
Si algo positivo puede dejarnos la pandemia es generalizar el respeto a la ciencia, es decir al conocimiento riguroso que no responde al interés de grupos particulares. El problema en la lucha contra el coronavirus es que todavía no conocemos bien la manera como funciona y menos aún cómo neutralizarlo. La razón es simple: la ciencia requiere de tiempo para formular hipótesis y tratar de refutarlas en el terreno. El conocimiento científico no avanza cuando uno se aferra a las primeras hipótesis, sino al revés, cuando los investigadores someten sus hipótesis al examen de sus debilidades. Por eso la ciencia es el antónimo de la ideología y la retórica: el ejercicio de convencer ocultando las dudas y las condiciones que harían inválida la hipótesis.
La pandemia ha dado lugar a la aparición en cada país de científicos que inspiran confianza. En el caso de Estados Unidos la figura más respetada es el doctor Anthony Fauci, jefe del Instituto nacional de enfermedades infecciosas. Fauci ha sido asesor científico de todos los gobiernos de su país desde la época de Ronald Reagan y adquirió notoriedad por sus contribuciones sobre el SIDA. Aunque al principio aparecía junto al presidente Donald Trump en las conferencias de prensa, pronto resultó claro que gozaba de mucha más credibilidad que su jefe. Al cabo de más de siete meses de difícil relación con Trump, Fauci expresó su disgusto por la distorsión de sus opiniones en un video de campaña. Rechazó también que los indicadores epidemiológicos estén descendiendo. Donald Trump ha reaccionado llamando a Fauci un “desastre” y afirmando que sus ideas hubieran llevado a tres o cuatro veces más de víctimas que las 226,000 registradas. Trump sabe que destituir a Fauci perjudicaría sus posibilidades de ser reelegido. Desde Arquímedes diseñando armas para defender la ciudad de Siracusa, hasta Fleming descubriendo la penicilina y los científicos que permitieron el uso de la radioactividad, los buenos gobernantes han sabido inclinarse ante la ciencia. En esto también, Trump es una lamentable excepción.
El Estado debe velar por el acceso justo a las tecnologías, es decir a las aplicaciones prácticas de la ciencia. Por eso la demanda planteada por el ministerio de Justicia de Estados Unidos contra el gigante informático Google marcará un hito. Se reprocha a Google el abuso de su posición dominante para imponer su motor de búsqueda y su sistema de publicidad. Según la demanda Google ha pagado miles de millones de dólares a Apple para que sus teléfonos celulares se vendan con el motor Google instalado de oficio. La empresa afirma que los consumidores escogen libremente usar las herramientas de Google. El fiscal de Washington considera que el caso podría marcar una inflexión después de 40 años de laxismo ante los monopolios.
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