Un día después de su mensaje a la Nación, el presidente Vizcarra ofreció una larga entrevista en el canal del Estado. Sin duda consciente de las críticas que se han formulado a su mensaje, Vizcarra anticipó que la exposición que hará el primer ministro el próximo lunes desarrollará el detalle de las medidas anunciadas en el tradicional discurso del 28 de julio. El presidente recordó que la exposición de Pedro Cateriano dará lugar a un debate que permitirá aclarar lo que haya podido quedar sin las debidas explicaciones. Lo seguro es que dará también lugar a un voto de confianza. Confrontado al reproche por la ausencia de autocrítica, el presidente afirmó que el gobierno ha reconocido siempre sus errores, pero citó como ejemplo un punto relativamente marginal en la política del Ejecutivo: la fugaz cuarentena impuesta en días alternos a hombres y mujeres. Reconoció también que los resultados epidemiológicos no fueron los esperados, cuando se creyó hace dos meses que las cifras de contagios y muertes habrían llegado a una meseta, a partir de la cual se iniciaría un lento descenso. El presidente recordó algunas medidas tomadas para contener el impacto económico de la pandemia sobre los sectores más vulnerables, así como los bonos para apoyar a las empresas, evitar sus quiebras y preservar puestos de trabajo.
Vizcarra defendió también su propuesta de forjar un Pacto Perú, cuya implementación será iniciada la próxima semana. Dijo que el Pacto Perú aspira a “abrir la cancha”, es decir propiciar el diálogo entre actores sociales y fuerzas políticas, incluyendo a las que no están representadas en el Congreso. Justificó el uso del mecanismo contractual “de gobierno a gobierno”, que se aplicará por ejemplo en la esperada renovación de la carretera central. La entrevista terminó evocando sus planes profesionales cuando deje la presidencia en julio del próximo año: “ejercer mi profesión de ingeniero, que me apasiona”. Aunque se dijo dispuesto a seguir colaborando en todo lo que el país pueda requerir de él. Por lo pronto, le queda un año de gobierno con tareas inmensas: derrotar al coronavirus, reactivar la economía, mantener la lucha contra la corrupción, sentar las bases de reformas institucionales y garantizar elecciones ajenas a toda forma de sospecha. En el pleno del lunes sabremos si los congresistas se muestran capaces de mantener su independencia crítica sin por eso obstaculizar planes de emergencia para hacer frente a una crisis inédita.
Un comunicado del ministerio de Educación da cuenta de la anulación de la licitación para comprar más de un millón de tabletas electrónicas, necesarias para asegurar la educación a distancia en zonas rurales. Los técnicos del ministerio que dieron la buena pro han explicado que la empresa Topsale mintió en su presentación y se mostró incapaz de presentar una carta fianza en el plazo convenido. Una vez más estamos ante un proyecto del Estado que se derrumba y cuyo retraso va a perjudicar severamente a niños privados de aulas y de contacto con sus compañeros. ¿Por qué hemos tenido que esperar hasta el último momento para descubrir que la empresa Topsale no tenía relaciones con su supuesta casa matriz, una empresa de capital chino con amplia presencia internacional? Los fracasos del actual quinquenio comenzaron con el aeropuerto de Chinchero, luego vinieron muchas anulaciones por el caso Odebrecht y otras tantas por la pandemia. Y cuando no se trata directamente de corrupción, aparecen trabas sociales que paralizan proyectos y perpetúan la pobreza. El precio del cobre y del oro suben en el mercado internacional, pero en el Perú nos mostramos incapaces de aprovechar nuestras riquezas naturales. Ya lo decía el filósofo de la administración Peter Ferdinand Drucker: “No hay países subdesarrollados. Pero sí hay países mal gestionados”.
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