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Desde hace años sabíamos que nuestro actual modelo de regionalización es disfuncional. Ha hecho falta que estalle una catástrofe sanitaria para que se haga patente la necesidad de cambios. El caso más clamoroso es el de Arequipa porque la segunda ciudad del Perú tuvo tiempo para sacar lecciones de lo que sucedía en otras partes y para preparar su dispositivo de atención médica. Pero hemos tenido que marchar hasta el borde del abismo para reaccionar: cifras de contagios y muertes en alza, hospitales desbordados, decenas de médicos infectados, ausencia total de un liderazgo regional capaz de gestionar una crisis e inspirar confianza a los ciudadanos.
El gobierno había designado al ministro de Agricultura como coordinador de la gestión de la crisis en la región, pero el cuestionado gobernador regional, Elmer Cáceres Llica, ni siquiera contesta las llamadas. Ayer fue el turno de la presidenta de EsSalud, Fiorella Molinelli y la exministra Zulema Tomas, quienes viajaron a Arequipa para organizar la respuesta del Estado y coordinar su acción con todas las entidades, públicas y privadas.
La desesperada carrera de la Señora Celia Capira tras la comitiva presidencial, el pasado domingo, quedará como el símbolo cruel de una desgracia que la indolencia volvió ineluctable. Ella recibió ayer la noticia de la muerte de su marido. Confesando que toda su vida se ha derrumbado, se limitó a decir: “No sé cómo voy a contarle la verdad a mis tres niños”.
La Defensoría del Pueblo ha recordado que desde hace dos meses solicitó al Ejecutivo que en vista del estado de emergencia asuma la rectoría efectiva de la salud en las regiones. Veremos si el Consejo de ministros adopta hoy una decisión.
En la revista digital Lampadia Jaime de Althaus cuestiona las tesis del politólogo Alberto Vergara, quien sostiene que la precariedad de nuestro sistema público de salud es consecuencia del descuido del Estado y la tendencia a orientar los pacientes con recursos económicos a clínicas y seguros privados. Althaus afirma que durante los últimos años aumentó la inversión pública en la salud, en términos absolutos y en relación al PBI. Y concluye que la mala calidad de los servicios de salud tiene que ver con la falta de meritocracia, la inercia favorecida por el poder sindical y la corrupción.
En estas circunstancias de incertidumbre epidemiológica, se ha producido la lamentable quema de camiones de una empresa minera en la provincia cusqueña de Espinar. Ese acto de violencia evidencia la fragilidad de la paz social en el llamado corredor minero, por el que circula la producción de empresas que han logrado mantener por lo menos una parte de su actividad. Dirigentes vinculados a los incendiarios sostienen que se trata de “infiltrados” que buscan desacreditar el reclamo de un bono de mil soles a los 50,000 habitantes de Espinar. ¿Alguien podrá creer esa versión? La Alta Comisionada Paola Bustamante vuelve al terreno para apaciguar un conflicto recurrente.
¿Cuánto nos viene afectando emocionalmente el riesgo de ser contagiados, la limitación de contacto con personas de nuestro entorno, la caída económica, el espectro amenazante de la muerte? Esas son las preguntas que intenta contestar el último número de la revista de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis, dedicado a explorar desde diferentes ángulos la realidad creada por la irrupción del coronavirus. Antes de su presentación mañana en un foro digital, su editora, la psicoanalista Johana Mendoza explicará en Ampliación de Noticias los aportes de 17 artículos y dos entrevistas. Vale la pena destacar que el ejercicio mismo del psicoanálisis ha sido interferido directamente por la pandemia puesto que las sesiones han dejado de ser en un diván para pasar a ser digitales. Un grupo importante de discípulos de Freud se ha organizado para ofrecer un servicio de apoyo emocional a través de una línea telefónica que ha podido acoger el malestar psíquico de miles de llamadas.
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