El Ejecutivo, el Congreso, el Poder Judicial, los ministerios, los gobiernos locales, pese a todas sus insuficiencias, asumen sus tareas con la esperanza de que la curva epidemiológica ceda y podamos retomar plenamente nuestras actividades. Debemos prepararnos no para regresar a la vieja “normalidad”, sino para aprovechar la oportunidad de un nuevo comienzo y desplegar toda nuestra energía en la construcción de un país con empresas productivas, instituciones eficientes, servicios de calidad y ciudadanos comprometidos con valores. Una señal importante del estado de nuestra institucionalidad tendrá lugar mañana cuando el gabinete Zeballos se presente ante el Congreso. Las fricciones iniciales deben ceder lugar al ejercicio democrático por excelencia: el poder ejecutivo rinde cuentas al pueblo a través de la Representación Nacional y se expone a su voto de confianza. El Pleno del jueves se llevará a cabo en un momento de activismo de los congresistas, algunos de los cuales parecen dominados por la ambición de una ley que lleve su nombre. Sin serenidad ni estudios técnicos hemos visto una verdadera serie de iniciativas precipitadas que van desde la anulación de contratos vigentes hasta la derogación de la Constitución de 1993. Pero no han sido capaces de tomar una decisión que era urgente y que hubiera permitido ahorrar vidas entre los prisioneros y los agentes del INPE. Ahora tendrán que actuar bajo la presión del Tribunal Constitucional que por seis votos contra uno adoptó una resolución que declara “inconstitucional el estado de hacinamiento” que existe en nuestras cárceles.
Otro tema potencialmente conflictivo parece haber sido neutralizado con la probable salida de la ministra de Cultura, la arqueóloga Sonia Guillén. La ministra se ha dicho “avergonzada” por un caso que denomina “clamorosamente desagradable”. Se trata de los contratos que beneficiaron a Richard Cisneros, alias Swing, vinculado a la campaña presidencial del 2016. La Comisión de Cultura del Congreso ha pedido explicaciones. La ministra parece lamentar lo poco que ha podido hacer durante los cinco meses pasados a la cabeza del ministerio y constata con resignación: “Todo demora demasiado. En una pandemia hay que funcionar como un tren bala y a veces uno siente que está montado en una tortuga. Eso es patético”, concluye.
El gobierno ha realizado ayer numerosos tests a los usuarios del transporte público. Como podíamos temer, estamos ante cifras de contagio que recuerdan a las de los mercados. Hacen falta definiciones para que se pueda cumplir la norma fijada para los vehículos públicos, a saber, que solo utilicen 40% de su capacidad, a fin de permitir la distancia entre pasajeros. ¿Asumirá el Estado que en ningún país del mundo el transporte público es rentable?
Así llegamos a la conmemoración del Día de las Lenguas Originarias. Nuestro país tiene el privilegio de poseer decenas de lenguas que nacieron en nuestro territorio y que forman parte del patrimonio cultural heredado de civilizaciones que nos han precedido. Entre ellas, el quechua supo difundirse a lo largo de un vasto imperio, en el que sirvió como factor de comunicación y unidad. Cada lengua es una manera de ver el mundo, de compartir las cosas simples y también las complejas. El sol no es masculino para todos, tampoco es universal considerar que disponemos de veinte dedos en el cuerpo, ni lo es la diferencia entre “ser y estar”, específica del español. Un conjunto de asociaciones dedicadas al estudio y difusión del quechua organiza hoy a las 4 de la tarde un foro digital, promovido por el Instituto KUSKA de Yuly Tacas y la Asociación Quechua para todos de Luis Paucar. Magnífica manera de aprovechar el tiempo en casa: tomar cursos digitales de quechua.
IMAKUNAPAS KASQANMANHINA, que es otra manera de decir 'Las cosas como son'.
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