Millones de escolares recordarán el día de ayer como una extraña manera de dar inicio al año escolar. El estado de confinamiento en el que vivimos hace imposible que se pueda recibir a los alumnos en las aulas de las escuelas, lo que implicaría transporte y contactos que no pueden sino favorecer la expansión del coronavirus. El Ministerio de Educación diseñó por eso un programa para que las clases sean impartidas a distancia, a través de las tecnologías que se hallan a la disposición de la enseñanza no presencial: la televisión, la radio y el internet. Desdichadamente un porcentaje importante de las familias no tiene todavía acceso a internet, lo que los priva de la interacción que es la base de la enseñanza. Esta limitación la padece sobre todo el 20% de nuestra población que vive en el campo. Esos niños podrán seguir los cursos a través de diferentes canales de televisión y estaciones de radio, como RPP, que ha ofrecido para eso su frecuencia de Ampliación Modulada.
El programa “Aprendo en casa”, responde a una necesidad inédita y nos obliga a pensar en nuestros niños y adolescentes, que la crisis del coronavirus tiende a invisibilizar. Es un error creer que los niños viven estas semanas de confinamiento como vacaciones, porque se ven privados de experiencias indispensables para su bienestar, su desarrollo y su alegría: el contacto con sus amigos, los juegos colectivos, la satisfacción de aprender y de volver a sus casas sintiendo que sus padres están orgullosos de ellos. La autoestima de los niños comienza a forjarse a partir de la aprobación que los padres expresan a sus hijos. El programa “Aprendo en casa” compromete a los padres de familia que tendrán que ayudar a sus hijos a comprender los contenidos de los cursos impartidos a distancia. Esperemos que las clases presenciales puedan comenzar, como está previsto, el próximo 4 de mayo. Y que hagamos un esfuerzo por colmar la brecha digital, que separa a los que pueden y a los que no pueden acceder a internet.
En todos los países del mundo se discuten cifras y curvas epidemiológicas que nos permiten saber si estamos deteniendo o no el avance del contagio. De esa curva dependerá si la cuarentena puede ser gradualmente levantada o si debemos resignarnos a su prolongación. Algunos interpretan esa disyuntiva como una polaridad entre la prioridad sanitaria y la prioridad económica. En la segunda opción se halla el presidente de Estados Unidos, que se ha negado a llamar a una cuarentena general en su país. Sin embargo, estudios comparativos hechos a propósito de las cuarentenas aplicadas en Estados Unidos contra la gripe española a partir de 1918 muestran que las ciudades que levantaron antes las restricciones no necesariamente tuvieron una recuperación económica más rápida y más duradera. Así lo sostiene Emil Verner de la Escuela de Negocios del Instituto de Tecnología de Massachusetts, MIT.
Si las relaciones entre la economía y la salud pública requieren un manejo prudente, aún más prudencia se necesita para no envenenar con consideraciones políticas los problemas sanitarios. Pero eso es precisamente lo que ha hecho el ministro brasileño de Educación. Conocido por sus posturas ultraconservadoras Abraham Weintraub ha afirmado que la pandemia es fruto de un plan de China para controlar el mundo. Weintraub se ha burlado en general de los chinos y de su manera de pronunciar la letra “r”. El presidente Bolsonaro no lo ha desautorizado y Weintraub no ha querido retirar sus palabras y sus ofensas. Lo que sí ha dicho es que si China le vende a Brasil 1,000 ventiladores mecánicos “se pondrá de rodillas delante de la Embajada china en Brasilia y dirá que es un perfecto imbécil”. Los quinientos muertos por coronavirus en Brasil merecían más que burlas y teorías conspirativas.
Las cosas como son