El período electoral debe favorecer un debate sereno que permita reconocer a los que tienen ideas claras y conocimiento de lo que sucede en el mundo, y diferenciarlos de los que disimulan intereses, manipulan el miedo y se aprovechan de las dificultades crecientes para entender la economía globalizada y sus crudas exigencias. Por eso es bueno que actores económicos hagan posible la presencia en nuestro país de pensadores de talla mundial como Steven Pinker, profesor en Harvard, uno de los grandes críticos de la “progresofobia” y defensor del humanismo y de una Nueva Ilustración.
El economista Efraín González de Olarte afirma en el Semanario de la Universidad Católica que “a la ciencia económica predominante le importa más las cosas que las personas” y deplora que se confunda el crecimiento con el desarrollo. Por eso concluye que la salida a una crisis como la chilena “pasa por la restitución de los valores humanos y el cambio de los referentes morales y democráticos… Es decir, toda una revisión del modelo neoliberal y en general de la idea de desarrollo”. Desde una perspectiva diferente y bajo el título de “La convulsión chilena”, el economista Roberto Abusada parece llegar en El Comercio a las mismas conclusiones: “El Estado Chileno, dice, tiene hoy el talento y los recursos para ser más solidario. Creo que, usando ese talento, gastando más pero con eficacia esos recursos, y mostrando mayor empatía, Chile se convertirá más temprano que tarde en el primer país de Latinoamérica que logre el pleno desarrollo”. También el exministro Alonso Segura aporta en Gestión “Lecciones desde Chile”. Mostrando una modestia poco frecuente entre economistas, Segura afirma que otras disciplinas son necesarias para dar con “una explicación más comprensiva de lo que falló en Chile”. Y menciona a la antropología, la sociología y la psicología social. Multiplicando los indicadores y matizando las hipótesis más comunes, Segura concluye que el modelo chileno “falló porque también devino en una versión de capitalismo mercantilista o de castas, poco inclusivo, y no priorizó las políticas micro que generan una mejor distribución de ingresos”. Recordando sin duda su propia experiencia como ministro de Economía, Segura concluye: “Gobernar es cada día más difícil a nivel global. Más aún, con generaciones jóvenes que no han vivido crisis y tienen otros estándares aspiracionales”.
Ah, ¡los jóvenes!
Las cosas como son