Carlos Palacios y Óscar Zea se caracterizaron por una pésima gestión de sus sectores y por nombramientos que responden a lealtades políticas, cuando no a intereses subalternos.

Sorpresivamente el presidente Pedro Castillo tomó juramento anoche a cuatro nuevos ministros, en reemplazo de los titulares del Interior, Minería, Transportes y Agricultura. A falta de explicaciones y de informaciones precisas sobre la trayectoria de los flamantes nombrados, solo podemos remitirnos a las primeras reacciones del núcleo totalitario del oficialismo, encarnado por el hombre fuerte de Perú Libre, Vladimir Cerrón, y el ex primer ministro Guido Bellido. Ambos han recurrido al tuit para desaprobar los nombramientos, es decir la salida de ministros como Carlos Palacios y Óscar Zea, considerados “la cuota de Cerrón” en el gabinete. Lo seguro es que ambos ministros se caracterizaron por una pésima gestión de sus sectores y por nombramientos que responden a lealtades políticas, cuando no a intereses subalternos.

Cerrón ha sido particularmente severo sobre el cambio en Minas: “Extrema derechización en el sector minero incrementará conflictos. Del anterior ministro, graduado en la Unión Soviética, a la actual ministra… pasante en eventos del Departamento de Estado de Estados Unidos”. Cerrón confirma que no tiene ningún interés en resolver el problema de Las Bambas ni en aprovechar el alto precio del cobre para mejorar los ingresos fiscales. Su mirada se limita a la acumulación de poder, porque controlar el gobierno le parece poco y para eso se aferra a la idea de una Asamblea Constituyente. Es cierto que los ministros cesados estaban en la mira del Congreso y que Pedro Castillo tiene que hacer frente a la falta de resultados en agricultura, seguridad ciudadana, infraestructura y minería. ¿Se trata de un primer paso hacia el realismo político o es solo un gesto para distraer, como ha hecho tantos otros? La respuesta no depende de nombres, sino de políticas públicas y de decisiones.

Las cosas como son